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Filosofía del trabajoPedro Donaires (*) |
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Recientemente,
mis alumnos del SECIGRA. Derecho (Servicio Civil de Graduandos), me
pidieron que les hable algo sobre la actitud que deben adoptar en el
cumplimiento de este servicio que acaban de iniciar. No encontré mejor
idea que la de reflexionar junto con ellos, sobre la razón de ser del
trabajo. ¿Qué
es el trabajo? Inmediatamente vino a mi memoria un concepto que me enseñaron
en la secundaria, creo que en el curso de Economía Política. De ese
concepto, la idea que más me llamó la atención fue la parte que decía
algo así, como que el trabajo es doloroso o penoso. Por mucho tiempo le
di vueltas, en mi mente, a esta concepción, y al asociarla con el
relato bíblico, en Génesis, sobre el castigo que Dios impuso al hombre
para ganarse el pan de cada día con el sudor de su frente, en algún
momento, estuve convencido que el trabajo era una carga frente a la cual
tendríamos que idear formas de evasión. Si esto es así, estaría
“justificada” la conducta de muchos, en el sentido de rehuir al
trabajo. A
la fecha, he cambiado de parecer. Considero que el trabajo es cualidad
inherente al hombre pues le permite mantener su vitalidad, proporcionándole
satisfacciones o realizaciones materiales y espirituales. Dado que le es
altamente provechoso, debe realizarlo en las mejores condiciones
posibles y con espíritu de alegría. Veamos
qué sucede en nuestro entorno: Nos rodea un universo de potencia y
movimiento. En todas las cosas hay energía, actividad violenta que
produce fuerza y poder. Hasta los objetos más inertes como una piedra,
tiene energía en su interior; si por un momento cesara el movimiento
que hay en sus átomos, la piedra se pulverizaría y desaparecería. ¡Y
qué decir sobre lo que pasa en el mundo vegetal y animal donde todo es
vida, crecimiento, multiplicación y evolución!. A los seres vivos, por
excelencia, les corresponde estar activos. Sin embargo, ningún ser
desarrolla actividad como lo hace el hombre. Aparte del movimiento
natural que hay en él, realiza una actividad que va más allá de ello:
realiza el trabajo. Una extensión de sus potencialidades físicas y,
sobre todo, de sus potencialidades mentales y espirituales. Es
una característica del hombre el estar siempre, “haciendo algo”. En
este hacer y producir está la fuente de su salud y felicidad. El
trabajo es por lo tanto fundamental para la vida. Por ello, algunos filósofos
sostuvieron que el hombre dejó de ser un simio o un simple animal,
gracias al trabajo. Sin
embargo, nuestra concepción sobre el trabajo, que es un deber y un
privilegio, puede estar equivocada. ¿Cómo así? Como cuando
consideramos que el trabajo es una carga,
un mal necesario. O, cuando consideramos que es apenas un medio
para alcanzar un fin: dinero, comodidad, prestigio, etc. ¿Será el
trabajo un medio? Si el trabajo es apenas un medio para alcanzar los
fines indicados y sus similares, y que éstos son la meta final,
entonces habrán otras formas de alcanzar estos mismos fines sin
necesidad de trabajar... pero, pensar así, significaría evadir una
actividad, que nos da salud y satisfacciones espirituales, y que sería
una contradicción a la esencia misma de nuestra existencia. ¿Qué
les parece si desarrollamos el trabajo, por el propio trabajo?
Descartamos la idea de que éste es un medio y que más bien es un fin.
Un fin en sí mismo que confirma nuestra vocación de movimiento y
actividad, que nos otorga realización física, mental y espiritual; y
que por añadidura o como consecuencia, también nos otorga dinero,
comodidades, prestigio, etc. Elementos que en algún momento fueron
fines y que ahora han dejado de serlo y que aún así los adquirimos sin
necesidad de ser nuestra meta. Pensando
así, el trabajo deja de ser una carga y un mal necesario para
convertirse en una de las razones de nuestra existencia. Esto nos
permitirá buscar la perfección y la excelencia en lo que hagamos. No
importa cuán modesta sea nuestra ocupación. El
trabajo como fin; más exactamente, el trabajo con calidad de perfección
, tiene dos grandes enemigos: el debilitamiento del poder de concentración
y la ausencia de la radiación. Sobre
el primero: hemos adquirido el mal hábito de realizar nuestra actividad
laboral (como estudiantes, como trabajadores normales: empleados o
funcionarios) con un porcentaje mínimo de nuestra capacidad de
concentración. Estamos haciendo algo ahora, sólo con una parte de
nosotros presente; la otra parte está en cualquier lugar, menos aquí.
Andamos muy preocupados ya por el pasado o por el futuro. Insatisfechos
con la ocupación o con el puesto que tenemos actualmente, anhelamos
posiciones superiores a las nuestras. No estamos conformes con los
bienes que poseemos en este momento, quisiéramos más. Tan preocupados
estamos por lo que no tenemos y quisiéramos tener, que descuidamos el
presente. No estamos concentrados, con todas nuestras capacidades, en la
actividad que estamos desarrollando aquí y ahora. En una situación así,
el producto de nuestro trabajo o el servicio que brindamos es mediocre:
carente de calidad y excelencia. Al
respecto, creo oportuno reproducir un pensamiento hinduista citado por Rúhíyyih
Rabbani en su libro “Prescripción para vivir”: “Ayer
no es más que un sueño y
mañana es tan sólo una visión, pero
el hoy bien vivido de
cada ayer hace un sueño feliz y
de cada mañana una visión de esperanza. Prestad
atención, pues, a este día.” El
otro enemigo del trabajo excelente, es la ausencia de la radiación o la
carencia de la capacidad de irradiar. Debemos dar lo mejor de nosotros a
los demás. Este debe ser nuestro regalo al mundo. Muchos han
desarrollado la filosofía de la esponja: sólo recibir y no dar. La
gente está ocupada en auto complacerse. Desarrollemos más bien la
filosofía del riachuelo o manantial: nos alimentamos de una fuente
invisible y brindamos agua fluyente y cristalina. Estamos conscientes
que si retenemos nuestras aguas, éstas, al estancarse, se harán
putrefactas y despedirán un mal olor. No
simplemente laboremos, más bien sirvamos.
(*) Abogado. Profesor de ‘Lógica Jurídica’ y ‘Teoría General del Derecho’ de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cajamarca. |
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